En estas fechas muchas me preguntáis cuál es el mejor material auxiliar para que las niñas y los niños puedan disfrutar del agua estando seguros. ¿Manguitos, burbuja, flotador, churro..?
Hoy día existen muchísimas opciones. La mayoría de ellas, desde mi punto de vista, aseguran la flotación por exceso y destruyen por completo el aprendizaje que haya ocurrido durante el curso en las sesiones de actividad acuática. Además distorsionan la percepción que las y los peques tienen sobre el comportamiento de su cuerpo en el agua. Por eso, si realmente os importa que aprendan a ser autónomos, prestad atención al material que elegís y cómo lo utilizáis.
Los manguitos, burbujas, cinturones con varias piezas y chalecos son (desde mi punto de vista) muy poco recomendables por lo dicho arriba. Cierto que con ellos es casi imposible que alguien se ahogue, ¡pero si parecen boyas en la superficie del agua! ¡Tienen que hacer un esfuerzo importante para sumergir la cara! Para alguien como yo, que a diario ve niñas y niños salir de su miedo y comenzar a flotar, bucear y nadar (con los que esto conlleva a todos los niveles), es una auténtica lástima bloquear su aprendizaje y su disfrute con cachivaches de este tipo.
El churro, en cambio, es mejor opción. En su ventaja reside su desventaja: no garantiza la seguridad porque no se abrocha alrededor del cuerpo. La niña o el niño se tiene que hacer responsable de sí mismo mientras lo usa. Permite trabajar el equilibrio a través de la posición del cuerpo y del movimiento (sobretodo de las piernas). Se puede poner de diferentes formas, se puede soltar y volver a agarrar. Hay mil juegos que podemos inventar con un simple churro y su función se extiende si compramos un conector.